martes, julio 29, 2014

Plenilunio





Por la verde alameda, silenciosos,
íbamos ella y yo;
la luna tras los montes ascendía,
en la fronda cantaba el ruiseñor.

Y le dije... No sé lo que le dijo
mi temblorosa voz...

En el éter detúvose la luna,
interrumpió su canto el ruiseñor,
y la amada gentil, turbada y muda,
al cielo interrogó.

¿Sabéis de esas preguntas misteriosas
que una respuesta son?

Guarda, oh luna, el secreto de mi alma!
Cállalo, ruiseñor!


Fabio Fiallo


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jueves, julio 24, 2014

Qué es lo que quiero!!




Si yo no pido tanto!

¡Si yo no pido tanto!
Amor es lo que pido.
Briznas de amor
para esta sed del mundo,
tan grande y tan sumisa.

Un diminuto amor,
pero constante,
que dé su mano
al que su mano tienda,
que limpie las miradas y los ojos
llene de dulcedumbre.
Algo de amor en esos corazones
que no aman a los niños,
que son capaces
de cegar a un pájaro,
de aplastar las hormigas.

Algo de amor; apenas un murmullo
de amor en cada pecho de criatura
en todos los seres,
hacia todas las cosas.

¡Si yo no pido tanto!
Briznas de amor
para esta sed del mundo.


Ana Inés Bonnin


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miércoles, julio 02, 2014

Pobreza a los diez años.





Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.

Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Que anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...

Mi piecesito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.


Matilde Alba Swann


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