martes, mayo 25, 2010

Celebración de la alegría





Los dominicanos tenemos dos situaciones en las que la expresión de la alegría es censurada.
La primera se presenta al momento de escuchar el Himno Nacional. La máxima que nos han enseñado desde siempre, y que no es sólo nuestra, dice: “El Himno no se aplaude”.

El objetivo de la referida máxima debe ser impedir que el Himno sea acompañado de palmas, impedir que sea palmeado marcando las sílabas de su gloriosa letra. Acompañarlo de ese modo sí constituye un acto de irrespeto que hiere el patriotismo, pero expresar alegría porque se está dando inicio a algún acto al cual fuimos convocados y asistimos porque deseábamos asistir, es lo más natural del mundo.

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Por suerte, en grandes actos, en manifestaciones masivas, la carga emotiva acumulada por la multitud pasa por encima de la máxima de marras y todos aplaudimos. Eso sucede en el estadio al iniciar el juego de pelota o en las manifestaciones políticas luego de entonar el Himno Nacional que les da inicio.

Al finalizar el Himno, aplaudimos porque se inicia el evento.

Otra situación en la cual una parte de la sociedad censura la alegría ocurre en los aviones. La máxima censora dice: “Al aterrizar no se aplaude”. ¿Cómo decirle a un pueblo caribeño que debe contener su alegría de regresar al suelo patrio sano y salvo, luego de cruzar los cielos en el vientre de un pájaro de acero?

Para fortuna nuestra, el pueblo no respeta esa máxima tonta y aplaude a morir cuando regresa a casa, pero una parte de nuestra sociedad se avergüenza de ello y contiene las legítimas ganas de expresar su alegría en aras de marcar diferencias y presentarse como usuarios frecuentes de vuelos internacionales.

Buenas noticias para esa sociedad que se avergüenza: Todos los que aplauden tienen visa, y si la tienen, viajan a voluntad. La frecuencia en los vuelos no es un problema de dinero sino de visa, entonces, estamos hablando de una población que es usuaria frecuente de vuelos internacionales. Los que aplauden no lo hacen porque sean nuevos en el aire, aplauden porque son libres.

No soy sociólogo pero con toda humildad creo ver detrás de ambas censuras la presencia de la tiranía de Trujillo.

En la primera censura veo una mano militar haciendo cumplir una máxima, que no es sólo nuestra, pero que ella misma no entendía: “El Himno no se aplaude”.

La influencia de la tiranía en la segunda máxima es menos directa, pero es consecuencia de que durante la misma, solamente algunos elegidos podían salir del país, sólo algunos privilegiados eran usuarios de los vuelos internacionales. Esa diferencia dividió a la sociedad dominicana en los que viajan y los que no viajan.

Esa diferencia se mantiene, pero no es un problema económico sino de visa.

Hemos visto dos censuras a la expresión de la alegría. Los cronistas de Indias refieren la sonrisa de nuestros primeros habitantes. Todavía estamos sonriendo.

La alegría es nuestra gran fortaleza y además nos une como pueblo.

Celebrémosla!

Mario Bergés
m.berges@centrojuanxxiii.org


Publicado en el Hoy de fecha 25 de mayo de 2010

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