martes, abril 06, 2010

Ley de tránsito



La ley cuyo cumplimiento no es exigido y su violación perseguida, es preferible derogarla. En el ámbito del tránsito esa máxima equivale a decir que la señal de tránsito cuyo cumplimiento no es exigido y su violador no es perseguido, es preferible removerla.

La autoridad exige cumplimiento y persigue al violador si, y sólo si, en todos los casos en que se viola pone en movimiento la acción pública para perseguir y castigar al violador. La exigencia de cumplimiento tiene que estar presente siempre. La persecución y castigo del violador no debe ser algo aleatorio o casual sino universal y permanente en el tiempo.

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En ese contexto nuestras ciudades están llenas de señales y ordenanzas de tránsito que la autoridad no está en condiciones de hacer cumplir y que sólo se cumplen como consecuencia del civismo del ciudadano. Si el ciudadano no tiene sentido cívico y decide violar la señal, no existe sanción para su violación, es decir, la acción pública no es universal ni permanente en el tiempo.

La misma autoridad contribuye al irrespeto de la ley cada vez que alienta al conductor a hacer caso omiso del semáforo. Si el policía tiene dirigir el tránsito en una intersección, debe apagar el semáforo, porque la autoridad está para hacer cumplir la ley, no para violentarla.

También contribuye la autoridad al irrespeto de la ley cuando premia, dándole paso, al conductor que se ha adelantado a toda la fila utilizando el carril de vía contraria.

La luz del semáforo está tan disminuida en su autoridad, que en momentos de calma en una intersección, cuando apenas hay un par de carros esperando el verde, el policía puede invitar a los dos conductores a delinquir violando el rojo. Al actuar de ese modo el policía cree que está agilizando el tránsito y no se da cuenta de que lo que está enviando es un mensaje que dice que él está por encima de la ley, que su simple deseo puede convertir en verde un semáforo en rojo.

También se excede la autoridad y envía un mensaje dañino cuando utiliza su investidura para atravesar las intersecciones de la ciudad franqueando el paso, violentando el derecho de los demás conductores que en ocasiones dejan pasar hasta cuatro ciclos de verde. Esa práctica tiene su toque simpático porque los que así actúan tienen nombres de animales legendarios y así, el policía escucha por el radio que se acerca “El Halcón” o “El Anfibio” y rápidamente se apresta a darle paso. He tratado el tema de manera informal con funcionarios y para mi sorpresa me han dicho que el poder es para ejercerlo. Que pena. Yo entendía y todavía entiendo que el poder es para servir, porque en política como en la vida, el que se sirve no sirve.

Como vemos la autoridad es responsable en gran medida del desorden que tenemos en el tránsito. La policía debe entender que su misión no es agilizar el tránsito sino hacer cumplir sus leyes.

Mario Bergés
m.berges@centrojuanxxiii.org


Publicado en el Hoy de fecha 4 de abril de 2010

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