miércoles, marzo 04, 2009
Corrupción y tabaquismo
Ruego tranquilidad a los fumadores, no se trata de alguna relación causal, recién descubierta, entre la adicción al tabaco y el fenómeno de la corrupción. Mi intención es llamar la atención hacia el hecho de que la sociedad dominicana ya tiene una respuesta social intolerante al tabaquismo; respuesta que ha logrado expresarse en leyes y ordenanzas municipales que establecen la imposibilidad de fumar en lugares públicos cerrados. Por otra parte y al mismo tiempo, esa sociedad es tolerante con la corrupción y lo es en extremo con el corrupto.
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El fumador le hace daño a la salud física de los que participan de su entorno. El humo del tabaco es dañino para la salud de los fumadores pasivos, que es como se les llama a los que se encuentran en el ámbito inmediato del fumador. Es pues una respuesta favorable a la sociedad en su conjunto y al bien común, el exigir que el fumador exima a la sociedad de su conducta dañina. En ese sentido, el repudio social del que actualmente son víctimas los fumadores, tiene su fundamento en una exigencia a favor de la vida que todos debemos respaldar.
El corrupto le hace daño a la salud social de los que participan de su entorno. Cada idea transmitida, cada palabra, cada gesto suyo, hace daño porque proviene de un ser humano con un desorden tal en su vida, que ni la ley ni el ejemplo brindado a sus hijos logran que sienta rubor ni vergüenza de su conducta.
Hace daño a su entorno y el entorno del corrupto es notablemente más amplio que el del fumador. Si tomamos en cuenta a los medios de comunicación, el ámbito de influencia del corrupto llegaría a ser global.
El daño social del corrupto ya se ha hecho cultura, con expresiones como “dame lo mío” o con comerciales que dicen “yo quiero ser millonario, pero sin dar un golpe”. No creo que sería aventurado establecer que el daño social del corrupto es mayor que el daño físico que causa el fumador.
Va siendo tiempo de que la sociedad dominicana tome conciencia del daño que nos hace la corrupción, y que al tomar conciencia desarrolle una respuesta social de repudio a la misma. Nuestros hijos necesitan un ambiente libre de segundas intenciones para crecer sanos emocionalmente y felices. Ese ambiente sólo es posible si enfrentamos socialmente a la corrupción.
La corrupción crece y se fortalece al amparo de la oscuridad. La respuesta de repudio que la sociedad debe dar a la corrupción pasa por hacer evidente la conducta corrupta. Una ley como la 200 del 2004 que establece el libre acceso a la información pública puede servir de mucho al momento de dejar al descubierto la conducta corrupta.
Un histórico de los últimos diez años del facturado de la energía eléctrica es una radiografía íntima de la conducta ética del usuario.
La corrupción hace más daño que el tabaquismo.
¡Repudiemos socialmente esa conducta!
Mario Bergés
Centro Juan XXIII
m.berges@centrojuanxxiii.org
Publicado en el Hoy de fecha 4 de marzo de 2009
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