sábado, septiembre 19, 2009
Agua y lago: Restricciones
“La restricción asumida libremente, da sentido al ser humano libre. Sin restricciones, el ser humano se diluye en el infinito.”
La sentencia anterior es el resultado de una reflexión acerca de un texto chino antiquísimo, que en una hermosa metáfora de agua y lago nos enseña que son las restricciones autoimpuestas las que permiten que el agua se convierta en lago.
El agua en su camino al mar tiene un momento en que dice: –“hasta aquí llego, a mí no me tienta esa garganta oculta, yo quiero a ser un lago que refleje esas cumbres”. Sólo entonces empieza a ser un lago. Sin esas restricciones que le dan su forma propia, el lago no sería lago, se diluiría y perdería su esencia.
En el ámbito humano ocurre lo mismo, nuestras restricciones, si son autoimpuestas y asumidas libremente, hablan de nosotros, nos definen.
Así, dirán de alguno:
-Ese es el que no se roba la luz…
y de algún otro:
-Aquel no se pasa un semáforo en rojo…
Tomamos esos ejemplos porque nos muestran cuan relajados están los límites éticos en nuestra sociedad. En ambos casos se trata de restricciones autoimpuestas ya que, entre nosotros, pagar la energía eléctrica consumida y respetar el semáforo, son decisiones personales que se toman libremente, seguros de que la decisión contraria goza de impunidad.
Como ven, hemos pasado de una reflexión filosófica existencial, con metáfora de lago entre montañas, a una realidad social de desenfreno, sin límites visibles ni fronteras.
Ese camino nos diluye como pueblo. Necesitamos restricciones y el gran reto es que éstas deben ser autoimpuestas.
Lawrence Kohlberg,, filósofo norteamericano del siglo pasado, define seis etapas del desarrollo de la conciencia ética y esas etapas se corresponden con la niñez, la preadolescencia, la adolescencia, la juventud, la madurez y la sabiduría. Así, en la niñez la ética es de premio y de castigo; para el preadolescente la ética es de negociación costo-beneficio; para el adolescente sólo es ético aquello que su grupo aprueba; para el joven es ético lo que diga la ley; para la madurez, más allá de la ley, es la ética de la conciencia bien formada; para el sabio es la ética de los principios universales, no juzga, ama.
Como pueblo, nuestro desarrollo ético no ha pasado de la adolescencia. Nuestra conducta está regulada por una moral basada en premios y castigos, en algunas oportunidades evaluamos la relación costo-beneficio de una acción y en otras ocasiones, a lo sumo, llegamos a validar la acción con nuestro grupo.
Va llegando la hora de que voluntariamente pasemos a ser un pueblo éticamente joven. Para dejar atrás la adolescencia ética y entrar de lleno en su juventud, necesitamos restricciones asumidas libremente, limitaciones voluntarias.
Tenemos que generar un movimiento nacional a favor de un gran acuerdo de respeto voluntario a la ley. Si la ley es mala modifiquémosla, pero pongamos alma, vida y corazón en su respeto.
Conquistemos un acuerdo nacional de respeto voluntario a la ley.
Mario Bergés
Centro Juan XXIII
Publicado en el Hoy de fecha 18 de septiembre de 2009
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