“…y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor, en cuartos encarnados y azules, atravesados con una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: DIOS, PATRIA Y LIBERTAD.”
Termina la cita.
Así se daba inicio al sueño dominicano.
Un sueño que recorre nuestra historia y se manifiesta en lo mejor de nuestras gestas.
Un sueño que recorre nuestro día y nos permite reconocernos cuando entre abrazos y sonrisas decimos: ¡Este sueña!
Hoy, el enemigo de ese sueño no es el mismo que enfrentaron nuestros fundadores, pero la decisión de enfrentar a ese enemigo si es la misma.