En esta oportunidad vamos a presentar una realidad cultural dominicana que a nuestro juicio debe ser modificada vía la educación, sea esta formal en la escuela o la educación que día a día recibimos en la interacción con la sociedad.
El dominicano es tolerante más allá de la justicia. Hemos sido educados y reforzados para la tolerancia.
La educación es una manifestación cultural propia de cada sociedad o grupo humano. Así podemos hablar de la educación en Holanda o de la educación en nuestro país o de la educación en alguna tribu amazónica.
En cada caso la educación tendrá las características propias de la cultura en la cual se desarrolla.
Esto es así, tanto para la educación formal y académica, como para la educación que recibimos e impartimos en nuestro trato con las demás personas, ya sea en el hogar, en la oficina, en toda interacción humana educamos y nos educan; y esa educación llevará el sello característico de la cultura de que se trate.
Una de las características culturales de nuestra educación es que hemos sido educados para ser tolerantes. La tolerancia es un valor que debe encontrar su límite en la justicia.
En nuestro caso, somos incapaces de identificar a la justicia como límite de la tolerancia y en consecuencia la tolerancia se excede y al excederse refuerza la incapacidad de la sociedad de ver a la justicia como límite de la tolerancia.
Vamos a analizar una situación del día a día en la que participan conductores y una autoridad.
La situación es la siguiente:
Avenida Máximo Gómez esquina Avenida México. Un Policía Metropolitano (PMT), prestando sus servicios en la intersección.
Tanto de Norte a Sur como de Sur a Norte de la Máximo Gómez, los dos carriles de cada sentido están llenos de vehículos que esperan a que el PMT deje de darle paso a la México y le de paso a la Máximo Gómez.
Desde el Sur, por la Máximo Gómez viene el infractor que se dirige hacia el Norte por esa vía, alguien que desconoce que el límite de la tolerancia es la justicia y contra toda ley y contra toda ordenanza, se lanza hacia el Norte por el carril que pertenece a los que vienen hacia el Sur, con la intención de llegar a la intersección primero que los otros que están en la fila.
En su carrera va buscando la primera oportunidad para retornar a su carril, él sabe que el carril por el que anda es el carril de los que vienen hacia el Sur, pero sabe también que estamos educados para la tolerancia y que no tenemos claro que la justicia sea la limitante de esa tolerancia.
Efectivamente, en la primera oportunidad intenta meterse en el carril que le pertenece en derecho, ya habiendo logrado avanzar por lo menos un vehículo.
En este momento vamos a estudiar las posibles reacciones del conductor del vehículo al cual el infractor está pidiéndole, de alguna manera, que le permita entrar de nuevo en el carril que le corresponde en derecho.
En la mayoría de los casos, este conductor será tolerante más allá de la justicia y lo dejará entrar.
Lo que tendría que hacer es no permitirle la entrada, porque no solamente es a él a quien el infractor le está cercenando sus derechos, sino que lo está haciendo también con todos los que han permanecido en sus filas. Eso sería lo justo y por tanto sería el límite de su tolerancia.
Pero estamos en nuestro país, el conductor es dominicano y lo deja pasar.
Al actuar así le envía una señal a toda la sociedad, es decir, educa, en el sentido de que debemos ser tolerantes y que la justicia no es la limitante de esa tolerancia.
Veamos ahora una variante dentro del mismo escenario.
Digamos que el infractor en su carrera hacia el Norte por el carril contrario, se encuentra con un vehículo que va por el mismo carril, pero en buena ley, hacia el Sur, es decir, se encuentran de frente.
Lo que sucede normalmente es que el conductor que anda en buena ley, gira a la derecha para tratar de esquivar al infractor.
Al hacer ese giro a la derecha perjudica a los conductores que van también hacia el Sur por el carril de la derecha, además de haber premiado al infractor por cercenar el derecho de los que están en fila. Eso es injusto.
De nuevo se está reforzando la educación social en el sentido de que debemos ser tolerantes y que la justicia no es el valor que pone los límites de la tolerancia.
Lo que tendría que hacer es detenerse y exigir al infractor que abandone ese carril que no le pertenece. Eso es lo justo.
Ahora vamos a analizar al actor más importante de este escenario.
El Policía Metropolitano.
Es el más importante porque es una autoridad y la autoridad representa a la ley, y la ley es una expresión del acuerdo de justicia de una sociedad o grupo humano. De manera que lo que haga o deje de hacer una autoridad se convierte en modelo a seguir para la sociedad sobre la cual actúa.
El PMT tendrá dos posibles actuaciones: Actuar guiado por su condición cultural de dominicano y ser tolerante más allá de la justicia dejando pasar al infractor, o hacerle frente a esa tendencia e implantar la justicia siendo intolerante con el infractor.
Si fue tolerante, al hacerlo envió una señal con fuerza de ley en el sentido de que la tolerancia está por encima de la justicia y que por lo tanto todos podemos tomar el carril que nos parezca porque al final vamos a ser premiados cruzando la intersección de primeros. Así se incentiva a los infractores.
Si fue justo entonces le impidió el paso al infractor hasta tanto cruzara un número suficientemente grande de vehículos, además de imponerle las sanciones o multas que estipula la ley.
Al actuar así el PMT envió una señal clara de que la tolerancia está limitada por la justicia y estará desincentivando a otros infractores.
Se puede argumentar que se ha actuado siendo tolerante más allá de la justicia a fin de evitar un mal mayor. Ese argumento si bien puede ser válido para el caso del conductor que cumple la ley, no lo es para el caso de la autoridad, ya que ese argumento acepta como válido el chantaje del violador y la autoridad no puede, de ninguna manera, someterse a chantaje.
La cultura es una realidad viva, cambiante. Tenemos que empezar a educar tanto formalmente en nuestras escuelas y academias como en las interacciones entre nosotros, en el sentido de que no se puede tolerar más allá de la justicia y exigir que las autoridades garanticen que no pueda ocurrir ningún mal mayor como consecuencia de una exigencia de derecho.
Mario Bergés
Centro Juan XXIII